miércoles, 1 de julio de 2015

El invierno llegó sin que nos diéramos cuenta y tú eras el cielo rojo que del cielo celeste que ardía al otro lado de la llanura, el último rojo que quedaba, el rojo más intenso de Monteperdido.

El cazador vivía solo, en una de esas casas sin ventanas que causan terror a los niños con las paredes decoradas con trofeos y trozos de pesadillas. El invierno llegó sin que nos diéramos cuenta y aquel último amanecer, aquel gris y último amanecer nos olvidamos de pedirle al viento que borrase nuestras huellas en la nieve y así fue fácil muy fácil para el cazador y la serpiente..

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